Climatización y arte: Cómo la temperatura contribuye a la conservación

En los últimos años, el interés y la concienciación sobre la preservación de nuestro patrimonio cultural se han incrementado exponencialmente. Fotografías, cuadros, libros… la tecnología se ha aliado con conservadores e instituciones para ayudar en el mantenimiento de los materiales de obras de arte. 

Uno de estos avances tiene que ver con la climatización de las salas de exposición, la cual cuenta con un doble objetivo: preservar cada pieza y proveer de un espacio de confort para quienes la visitan, tal y como muestran varias de las investigaciones realizadas a nivel mundial sobre la protección y conservación de nuestro patrimonio cultural.

 

Grandes museos de todo el mundo han instalado sistemas de aire acondicionado, calefacción y renovación del aire para la preservación de sus obras y colecciones. Por ejemplo, el Louvre de París, con 60 unidades de tratamiento de aire; la Capilla Sixtina, con un sistema de climatización completamente automatizado o el Museo Dalí, donde una enfriadora de condensación por aire frío mantiene un ambiente óptimo en todas las oficinas, salas de reuniones y exposiciones del teatro-museo dedicado a la vida y obra del mayor representante de arte surrealista, Salvador Dalí.

 

¿Existe una temperatura y humedad ideal?

 

La primera amenaza de las piezas artísticas es el ciclo de desintegración y reconstrucción que sufre cada material según su estructura química -los materiales de los que esté compuesto- y el medio en el que se encuentra, siendo este último el principal agente de deterioro.

Contar con un exceso de temperatura, humedad e iluminación en una exposición es tan nocivo como cualquier sustancia corrosiva, al afectar a la constitución y el tiempo de vida de cada pieza artística, de ahí que controlarlo sea clave para la supervivencia del patrimonio cultural.

La deshumidificación, la humidificación, el recalentamiento y la limpieza del aire a un alto nivel de eficiencia es clave para el mantenimiento de la temperatura y la humedad relativa del aire.

Y es que una humedad relativa alta aumenta el volumen y el peso de los materiales de cada obra, produciendo el relajamiento de los adhesivos y la debilitación de las estructuras, creando, además, un ecosistema propicio para la aparición de carcoma y microorganismos. Efectos que se duplican si a ello se le añade una temperatura elevada.

Por el contrario, una humedad relativa baja ocasiona una pérdida de peso y volumen en las piezas, pudiendo desencadenar su resquebrajamiento, descolchados de las obras o sequedad, entre otros efectos.

En definitiva, los parámetros óptimos para la conservación de las obras de arte serían un 58% de humedad y 17 grados de temperatura.

by Hitachi Cooling & Heating